En los últimos años las gafas de sol se han impuesto como un complemento de moda imprescindible para mucha gente. Pero es que además de ser un aliado ideal para completar nuestro look, las gafas de sol son la única manera de proteger nuestros ojos de la radiación solar.
Nuestro sistema visual está expuesto a radiaciones solares excesivas que pueden dañar las estructuras oculares. El espectro solar (o luz solar) se puede dividir en tres componentes diferentes: la luz visible, la luz ultravioleta y los infrarrojos.
La radiación ultravioleta es a la que más expuestos estamos, y, por tanto, la más perjudicial para nuestra salud visual. Hay tres tipos principales de luz ultravioleta: los rayos UVA, los UVB y los UVC.
De forma global, podemos considerar que la radiación UVB y UVC son absorbidas en la córnea, mientras que la UVA es absorbida mayormente en el cristalino, llegando únicamente una pequeña cantidad a la retina, donde además llega la luz visible y la radiación infrarroja de onda más corta.
Estas radiaciones pueden producir diferentes daños en nuestras estructuras oculares:
- Conjuntiva: la exposición continuada sin protección a los rayos del sol puede causar alteraciones en la superficie ocular. Los más comunes son la pinguécula y el pterigium, fácilmente reconocibles por su aspecto abultado en la superficie ocular.
- Córnea: los rayos ultravioletas pueden llegar a provocar quemaduras muy dolorosas en la córnea (fotoqueratitis). Los síntomas de esta patología son dolor, fotofobia, lagrimeo…y pueden aparecer hasta 24 horas después de la exposición solar.
- Cristalino: la radiación que atraviesa la córnea llega hasta el cristalino, donde se acumula y provoca cambios en su estructura, que a largo plazo derivará en una catarata.
- Retina: el cristalino actúa como filtro para que radiación no llegue a nuestra retina, por lo que la cantidad que llegará es baja. Aun así, la radiación ultravioleta está relacionada con la aparición temprana de la DMAE (degeneración macular asociada a la edad)
Nuestros ojos están diseñados para adaptarse a diferentes condiciones lumínicas. Así, por la noche o en situaciones de poca luz, nuestra pupila se dilata para poder recoger mejor los pocos rayos de luz existentes.
Por lo contrario, en condiciones de mucha claridad la pupila se contrae para restringir el paso de luz. Cuando ponemos una gafa de sol, nuestro sistema visual entiende que estamos en condiciones de poca claridad por lo que nuestra pupila se dilata. Si utilizamos gafas de sol que no tenga un filtro solar homologado, la luz ultravioleta atravesará la lente y entrará libremente en nuestros ojos.
Los niños y adolescentes son más vulnerables ante la radiación solar, ya que su pupila es más grande y la pigmentación del ojo menor, por lo que merecen especial atención. Se estima que el 50% de toda la radiación UV que llega a nuestros ojos a lo largo de toda la vida lo hace antes de los 18 años.
Por lo tanto, recuerda que la única manera de proteger nuestros ojos es utilizando gafas con filtros solares adecuados, estas deben adquirirse siempre en establecimientos ópticos y bajo el asesoramiento de profesionales.